Nuestro querido y siempre consultado Angel Rosenblat ha dicho que el turista, cuya lengua materna sea el español “oficial” (son sus comillas), que visite nuestro país, se topará con no pocas sorpresas. La peculiaridad de nuestro español no es exclusivo, en efecto, cada región americana tiene sus matices y particularidades. Sin embargo, el caso venezolano es bastante peculiar y esto se da por razones que van desde factores históricos, geográficos, sociales, entre otros.
El mestizaje, que es un rasgo identitario bastante marcado, se manifiesta asimismo en la práctica de nuestro español y esto lo explica el hecho de la afincada influencia indígena. De igual manera, si bien es cierto que nuestra herencia es colonial, el español que se forjó en Venezuela hizo una primera escala.
Jesús Olza, en el prólogo del Diccionario del habla actual de Venezuela, nos comenta que: “El castellano no vino directamente de España a Venezuela, vino a través de Santo Domingo. Durante el último decenio del siglo XV y el primero del XVI, se formó en Santo Domingo una koiné, un castellano común, que es la base de todo el castellano americano. A Santo Domingo llegaron los españoles de todas las tierras sujetas a la corona de Castilla y allí, en la Española, se formó un castellano común, un castellano concentrado, en cierta forma más español que cualquiera de la variaciones peninsulares, porque recogía el fondo común de todas, pero que no era exactamente igual a ninguno de los romances y hablas de la península e islas cercanas”.
Todo el bagaje cristiano-caballeresco del idioma peninsular, mezclado con la flora y fauna cosmogónica indígena, así como el ritmo africano, han hecho de nuestro castellano un sistema de ricos matices. Y ello lo podemos evidenciar en las palabras y expresiones típicas y únicas que nos distinguen y hacen que el turista de Rosenblat quede desconcertado pero a la vez maravillado de la forma en la que nos comunicamos los venezolanos.
El estudioso de lengua Alexis Márquez explica que: “Un 'venezolanismo' no es siempre una palabra, puede ser también una frase con un valor expresivo específico. Muchas veces se trata de palabras con un significado típicamente nuestro, como 'hayaca', que figura en el DRAE como vocablo propiamente venezolano [...] Pueden ser también palabras de uso general en el idioma, pero que en nuestro país adquieren una connotación especial”. ¡Y vaya que nos gustan las connotaciones especiales!
Y entre tantas palabras y expresiones nuestras, hay unas estelares, que por alguna razón han trascendido no solo las fronteras geográficas, pero también las de nuestro gusto y uso. Tenemos por ejemplo la celebérrima chévere. Por Fernando Ortiz, el notable etnólogo y antropólogo cubano, tenemos la referencia de que esta palabra viene del dialecto africano sébede, y significa "adornarse profusamente, trajearse con elegancia". Hay otra versión que afirma que esta palabra viene de varios términos en francés: cher/chére, c’est vraie o de je verai, que significa “yo veré” y que evolucionó hasta convertirse en nuestro "chévere".
Aunque varios países latinoamericanos se atribuyen el origen de esta palabra, ha sido el nuestro el país que se ha dado a conocer como si no como la cuna, si como el hogar de crianza de esta afortunada palabra, que ha sido postulada como una de las del Día del Español, organizado por el Instituto Cervantes. Los votantes argumentan que eligen chévere: “Porque es una respuesta única a infinidad de sentimientos de alegría. Además, su sonido implica algo positivo”. “Porque me recuerda mi país (Venezuela): ‘¡Qué chévere!’ para decir que es una situación buena o agradable”. “Porque esta palabra que describe perfectamente a mi país”.
Alguien dijo que hay cosas que sin ser verdad merecen serlo, y quien niegue que esta palabra es venezolana, al parecer se estará metiendo en un aprieto.